Muchos chicos intentan convertirse en jugadores profesionales pero las estadísticas asustan: sólo uno de cada cien que empieza en novena división logra vivir del fútbol; deserción escolar, el principal problema de los miles de anónimos olvidados por los clubes
La historia es conocida. Los nombres propios cambian pero el mensaje es el mismo. Cualquiera escuchó alguna vez acerca del pibe del barrio humilde que con esfuerzo llegó a Primera, le compró una casa a sus padres y le dio a sus hijos la educación que él no pudo tener. Pero también existen otras historias. Las no tan conocidas. Las de los que quedan en el camino, los anónimos, los nadies. Las de los que el sistema perverso del fútbol escupe y olvida.
"La estadística es cruel. De cien chicos que empiezan en novena división de AFA, que ya es una elite, sólo uno llega a vivir del fútbol", revela el ex psicólogo deportivo de los seleccionados juveniles, Marcelo Roffé. La cifra impacta y obliga a poner el foco en los que no pudieron lograrlo. ¿Qué pasa con el chico que dejó el colegio, apostó todo al fútbol y perdió? ¿Cuál es su futuro? ¿Qué responsabilidad tienen los clubes?
"Es fundamental que en inferiores se fomente el estudio como una exigencia para poder jugar. El problema es que hay mucha hipocresía en los cuerpos técnicos. La mayoría te va a decir que sí, que es importante, pero generalmente lo único que buscan es que el chico juegue y haga goles", explica Roffé, autor de siete libros en los que se entrecruzan la psicología y el deporte.
Miguel Angel Tojo, ex integrante del cuerpo técnico de José Pekerman en los seleccionados juveniles y actual coordinador de las inferiores de San Lorenzo, se defiende: "Es clave el tema de los padres. Nosotros estamos cerca, hacemos lo que podemos, pero la familia es la que tiene que acompañar, la que tiene que estar detrás del chico para que estudie".
La deserción escolar de los chicos en las inferiores crece a medida que avanzan de división y sienten que están cerca del objetivo. Pablo González, que pasó más de diez años de su vida en Vélez, desde infantiles hasta la reserva, lo describe de la siguiente manera: "De chicos íbamos la mayoría al colegio, pero en la secundaria fue cuando se dio la mayor baja. Hasta novena y octava aguantamos varios, pero de séptima en adelante éramos cuatro o cinco, en un plantel de 30".
Pablo cuenta que la realidad de su división (categoría 88) también se veía en las otras camadas, pero las razones eran las mismas. "Muchos vivían lejos del club y entre el cansancio del viaje y del entrenamiento decidían largar. Otros tenían problemas económicos en sus casas y tampoco podían seguir con ese ritmo. Y además, varios entrenadores que tuve, sin decirlo, te hacían saber que mucho no les gustaba esto de que sigamos con el estudio", explica González, que mientras jugaba en Vélez siguió la carrera de contador en la Universidad de Buenos Aires.
Un problema federal
En el interior de la Argentina, el problema de la deserción escolar y el fútbol se multiplica. El histórico preparador físico de los seleccionados juveniles, Gerardo Salorio, sigue ligado a la AFA pero de otra manera: recorre el país observando cómo trabajan en inferiores los clubes de las provincias para después armar selectivos. "En el interior la problemática se refuerza. Muchos chicos son empujados, tienen muchas presiones, y cuesta hacerles entender que por más que seas un crack, si no estudiás estás inválido", dice el Profe.
"Hoy los chicos vienen con un montón de problemas y vos los tenés que contener. La responsabilidad para que estudien es un combo que se tiene que dar entre la familia y los clubes. Y otra cosa: cada vez veo más el discurso de que podés estudiar y jugar pero si sólo jugás es mejor, y eso hay que cortarlo de raíz", sentencia Salorio con firmeza.
Un parche necesario
Desde Futbolistas Argentinos Agremiados reconocen la problemática pero no se quedan quietos. Crearon una fundación en la que se les da las facilidades a los jugadores para que puedan terminar el secundario y seguir la carrera que quieran. "Tratamos de bajar la idea de que si bien el fútbol es importante, también hay que estudiar porque te sirve para el juego y para la vida", comenta el titular de la entidad, Sergio Marchi.
En el plan de adultos, que se dedica al secundario, hay anotados 80 futbolistas. En el de las becas para seguir una carrera, 89. "Tenemos un programa para que puedan estudiar a distancia y además los ayudamos para que puedan hacer cursos o ir a la universidad. Hace casi diez años que estamos con este proyecto y de a poco va dando sus frutos. Cada vez que alguno se recibe, es reconfortante", cuenta Marchi.
En el fútbol, como en la vida.
Muchos lo intentan pero unos pocos llegan. En las inferiores, un sistema en el que de antemano se sabe que está hecho para el éxito de una minoría y el "fracaso" de la mayoría, los clubes también se tienen que ocupar de los que quedan en el camino. Olvidados, a los anónimos los dejan libres y deambulan por el otro sistema en el que las reglas son las mismas, pero si no tuvieron la suerte de terminar el secundario, sus armas para hacerle frente serán menores. Y esta vez no habrá un gol que los salve ni una atajada que les permita no perder. Porque en el partido de la vida, hasta que no se cambien las reglas, los pocos que ganan serán siempre los mismos. Y los muchos que pierden, también.
PASSARELLA Y SU VISIÓN SOBRE LAS INFERIORES
El presidente de River, conciente del bajo porcentaje de chicos que puede vivir del fútbol, busca alternativas para asegurar el futuro de los que no lo logran. En una entrevista con LA NACION Deportiva, explicó: "Cuando llega un pibe de 14 o 15 años al club, es mucho más difícil meterlo en el colegio. Por eso quiero hacer un grupo elite de entre 14 y 17 años que haga cursos de inglés, de computación, que tengan una cultura alimenticia diferente a la que están acostumbrados. La realidad es que llegan muy pocos a Primera y encima, de esos pocos, ¿Cuántos generan ganancias como para sobrevivir siempre? Ponele un 2%, y no sé si no es mucho. Por eso creemos que es bueno que aprendan inglés, computación y tengan una disciplina de cumplir horarios".
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