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miércoles, 23 de junio de 2010

DE MESSI Y RONALDO AL FUTBOL SISTEMICO.

Es interesante observar como el fútbol lo inunda todo y lo contamina todo, especialmente desde que ha venido denominando los torneos europeos como la “liga de las estrellas” y que tiene su máxima expresión en algunos jugadores, en su mayoría extranjeros: Messi, Cristiano Ronaldo, Kaka, Ibrahimovic...etc. Jugadores de una innegable calidad individual que han marcado un antes y un después en la historia reciente del fútbol. Mi interés es que los entrenadores comprendan la importancia del pensamiento sistémico y su aplicación al fútbol. Por tal motivo lo utilizare una metáfora para intentar comprender su influencia sobre nuestro pensamiento y su capacidad para moldear nuestra concepción de la realidad; realidad que percibimos mediatizada como “suma” de partes separables, divididas y mejorables aisladamente e individualmente. Concepción de la realidad que hasta la “nueva Física” está poniendo presente al recordar la unidad fundamental de todas cosas: en el universo todo está conectado con todo.
Basta escuchar algún comentario futbolístico entre aficionados o en los medios para darse cuenta lo difícil que es sustraerse a la fascinación del “síndrome del goleador”, síndrome que entronca con la cultura del héroe individualista y con el repetido argumento de las películas: chico-bueno-mata-a-los-malos, salva-el-mundo y se-queda-con-la-chica. Al fin y al cabo, la concepción mayoritaria en el fútbol (y no sólo en el fútbol) dice que cuando las cosas no funcionan hay que: 1º: Buscar un “chivo expiatorio” al que acusar de todos nuestros males (Como le paso a España que le atribuyeron la derrota a encontrarse la novia de este como periodista detrás del arco) y 2º: “fichar” a alguien que “solucione” el problema, sea un entrenador que “discipline”(Dunga en Brasil deja a varios jugadores importantes porque prefirió la disciplina a estar detrás de los jugadores), sea un goleador “que devuelva la ilusión a la afición”(Como el caso de Iguain en Argentina).

Pero esa forma de “solución”, lejos de ser inocente, ejerce un profundo efecto sobre nuestro pensamiento ya de por sí hiperanalítico y escasamente sistémico.

La concepción del fútbol que tienen la mayoría de Entrenadores tiene mucho que ver con cierta concepción lineal y asistémica de la realidad, enfoque que es retroalimentado por la  busqueda permanente para fichar jugadores. Nadie, salvo la probable liquidación de algún club de fútbol (Como sucede en algunos países Europeos), parece dispuesto a detener esta tendencia que personalmente considero equivocada a largo plazo (Como Arsenal y Barcelona que no renuncian a sus principios). Quizá una política más acertada sería fomentar el fútbol de base y promocionar jugadores locales, al estilo del Barcelona. Entre otras cosas porque, de seguir así, los aficionados no tendrán derecho a quejarse de la escasa lealtad al club de los jugadores convertidos en mercancía por obra y gracia del  exagerado capitalismo del fútbol. Y si no que se lo pregunten a Roben, Snaider, Milito, Tevez.
Básicamente un sistema es un todo cuyas propiedades esenciales no se encuentran en ninguna de sus partes consideradas aisladamente. Un ejemplo trivial: si descomponemos el agua en sus partes elementales obtenemos hidrógeno y oxígeno, pero ese análisis no explica las propiedades del “sistema” agua. O también: ninguna parte de un automóvil puede por sí sola llevar a una persona de un sitio a otro, todas las partes se necesitan mutuamente, son interdependientes para alcanzar el objetivo de transportar al viajero. Y en el fútbol ningún jugador puede por sí solo “ganar” un partido o “marcar” un gol, aunque la cultura imperante (recordemos el mítico gol de Rincón contra Alemania) induce a pensar que gracias a X jugador se ganó el partido. Sobre la “foto fija” es verdad que X jugador marcó, pero sobre la “película” del partido no es toda la verdad, porque sin los pases (Redin Y Valderrama), los respaldos de (Leonel Álvarez) y las asistencias de Fajardo (por citar a alguien quizá menos sobresaliente pero más útil para el conjunto), Rincón jamás hubiera marcado gol ese gran gol contra Alemania. Así, las propiedades de un sistema “emergen” de la interacción dinámica de sus partes (la “película”), no de sus acciones tomadas independientemente (la “foto fija”). Si nos fijamos solamente en la “foto”, si tomamos esa parte por el todo, nuestra visión será fragmentaria, reduccionista y falseadora de la realidad... pero así funcionan las cosas: nuestra cultura premia a los Mesis y Ronaldos que marcan el gol, no a los Xavi e Iniesta que lo facilitan.

Se desprende entonces que todo sistema, al ser desarticulado, pierde sus propiedades esenciales. Aunque en todo sistema podemos analizar partes individuales, la naturaleza de la totalidad es diferente y mayor que la suma de sus partes. Además, al desarmar el sistema, también las partes pierden sus propiedades esenciales. Por ejemplo, el motor de un automóvil no puede moverse a sí mismo cuando lo desmontamos del vehículo. En el fútbol, un jugador puede ser goleador en un equipo (Roben y Sneider), pero su “transferencia” a otro equipo como sucedió con el Madrid fue un fracaso. ¿Se acuerdan del Kaka goleador del Milán, “amigo del gol”, goleador con la selección Brasil, pero con escasa fortuna en el Real Madrid? Los “amigos” de las soluciones lineales explican esta contradicción diciendo que el jugador trabaja menos en el nuevo equipo, no “lucha”, que el clima, el entorno etc. En el pensamiento sistémico aún siendo importante la capacidad personal, se intenta ir más allá de lo individual poniendo el acento en la compleja interacción de las partes en el conjunto. Por ejemplo, es fácil “fichar” a un Messí o Ronaldo. Pero no es nada fácil “fichar” la dinámica sutil de interacciones que hicieron de Messí y Ronaldo unos goleadores. Y de nada sirve que el jugador intente compensar el déficit sistémico con una mayor entrega personal: a medio plazo acusará el esfuerzo. Al fin y al cabo si al final pierde el equipo ya no importará que individualmente cualquiera de estos hayan hecho un buen trabajo o se hayan esforzado al límite: la razón de ser de cada jugador es contribuir desde su individualidad al éxito del conjunto, todo lo demás es secundario. (Como lo hace Messí en Barcelona)

El comportamiento de un sistema depende más de cómo interactúan sus partes (Precisión, sincronización, velocidad, etc.) que de cómo actúa cada parte independientemente (la caprichosa “genialidad” de un jugador). Una buena metáfora “sistémica” es una orquesta sinfónica: allí las individualidades confluyen en un todo armonioso. O mejor aún: un conjunto de jazz. Eso lo saben los entrenadores inteligentes, pero “juegan” a no saberlo: dejar en el banco de suplentes a un jugador que cuesta miles de millones puede costarles el puesto. Desde un enfoque de sistemas se puede decir que una solución parcial para el sistema en su conjunto es mejor que una buena solución para una de sus partes tomada individualmente. Aplicado al fútbol podríamos decir que es mejor un equipo de jugadores “normales” pero bien articulado que un equipo plagado de “figuras” pero sin concepción de conjunto. Y para muestra ver a esos equipos modestos de primera división, sin “figuras” pero con espíritu de equipo, que ocupan año tras año lugares importantes en la tabla. (Como le sucede a Francia que sus jugadores juegan en los cuatro finalistas de la Champions pero como equipo no han logrado mostrar hasta el momento ningún tipo de espíritu de juego colectivo a pesar de que en sus equipos si actúan de esta manera)

La gestión de sistemas de Selecciones Nacionales y de los Clubes de Fútbol, exige pensamiento sistémico, no analítico. Pero al observar la forma en que se organiza y dirige la mayoría de los equipos de fútbol parece como si el rendimiento de una Selección o Equipo pudiera mejorarse si se mejora el rendimiento de alguno de sus jugadores por separado. La mayoría de directivos del fútbol parece defender la idea de que la eficacia de sus respectivos equipos es directamente proporcional a la cantidad y calidad de “figuras”. En realidad son víctimas del pensamiento analítico: creen que si mejora el funcionamiento o la eficiencia de una parte por separado mejorará el funcionamiento del sistema en su conjunto.
Desde el pensamiento de sistemas esto es un error. Habría que recordar la metáfora de la cadena. De nada vale poner algunos eslabones fuertes en una cadena: siempre se romperá por el más débil. Desafortunadamente, como mejorar por separado el rendimiento de una parte no necesariamente hace que el sistema en su conjunto rinda tan mal como es posible, la “ilusión” de solución, como en el “efecto placebo”, se perpetua. Por ejemplo: Tener a un Messi o Ronaldo jugando “a su mejor nivel” no significa que el equipo lo hará peor que si decidimos que no juegue (la complejidad no admite simplicidades lineales). Debido a esta dificultad se mantiene la “solución” de que contratar goleadores siempre será más eficaz que mejorar la articulación del equipo. Y los entrenadores tendrán la excusa perfecta ante su incapacidad para “hacer equipo”: exigirán más “figuras”. Y las “figuras”, elevadas a la categoría de “salvadoras”, exigirán cada vez mas como en el caso de Pepe en el Real Madrid.
 

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